EL AMOR MATERNAL
El
amor maternal es un sentimiento puro, sincero y generoso que la madre da a sus
hijos de forma natural y espontánea.
Es
una profunda necesidad de protegerlos de los peligros reales o imaginarios. Es
sentir una fuerza extraordinaria que impulsa a cuidarles, alimentarles y a
darles amor absoluto e ilimitado. Tanto es así que está dispuesta a
sacrificarse y a dar la vida por los hijos.
Es
un amor incondicional que se ejerce sin esperar nada a cambio.
Es
sincero, mueve la voluntad de una persona.
El
amor de la madre al hijo se considera motivado por un fuerte instinto que lo
hace especialmente intenso.
Una
vez me preguntaron cuál era mi hijo preferido, contesté que todos son iguales
de queridos e iguales de preferidos.
El
elegido es el que más me necesita y a quien me dedico en cuerpo y alma…
Mi
hijo preferido es el que llora, hasta que consigo que calle.
El
que sufre y está triste, hasta que sonríe y es feliz.
Es
mi hijo enfermo, hasta que sane.
El
que partió hasta que vuelva.
El
que está cansado, hasta que descanse.
El
que está estudiando, hasta que aprenda.
El
que hace una carrera, hasta que termine.
El
que necesita que le explique algo, hasta que lo entienda.
El
que no trabaja, hasta que lo haga.
El
que se enamora, hasta que se case.
El
que se casa, hasta que conviva.
El
que es padre, hasta que críe a sus hijos.
El
que prometió, hasta que cumpla.
El
que debe, hasta que pague.
Y
si alguno de ellos me dejase…hasta que lo reencontrase.
Sófocles
poeta trágico decía: Los hijos son las anclas que atan a la vida de las madres.
Bersot
escribió: Muchas maravillas hay en el mundo; pero la obra maestra es el corazón
materno. Una madre es un caudal inagotable de cariño. La piedad enseñada por
madres es como una esencia olorosa, que se queda encerrada en el corazón del
hijo. Dios pensó en la ternura y la plasmó en aquel adorable ser, una madre.
El
escritor Honoré de Balzac escribió: El padre y el hijo son dos. La madre y el
hijo son uno.
Hace
unos años escribí una carta a mi hijo, le decía:
Hijo
mío cuando estés perdido y sientas hastío y soledad vuelve al amparo materno.
Cuando
delires, sueñes o fantasees, y más tarde al despertar quiero que recuerdes que
el amor de tu madre te ha de cuidar.
Nunca
te des por vencido, lucha siempre hasta el final.
No
te rindas por el fracaso, ni tengas miedo a la verdad, ni a la vida, ni a la
gente, aunque estén llenos de maldad, tampoco a lo desconocido, de todo algo
aprenderás.
Cuida
mucho de tu honor y del buen nombre, siempre sigue a la verdad, nunca mientas,
ni desanimes al final el bien siempre vencerá.
Hijo
mío nunca pretendas tomar sino has de dar.
Pon
mucho amor en todo lo que hagas, pues es lo que recogerás.
Es
como el que planta un árbol, tiene que regar a fondo sus raíces, abonarle y
cuidarle para luego recoger su fruta.
Has
de saber hijo mío que cada noche espero en silencio y sin dormir tu regreso.
Algún
día cuando me marche no me llores, no estés triste, se paciente, que nuestras
alma es inmortal, y que allá arriba en el cielo nos habremos de abrazar.
El
amor de una madre te arremolina con sus amorosísimos brazos, quieren arrullarte
suavemente y abrazar todo tu ser. Cuando te mira acuna tu corazón en calor
delicado, tierno, sereno, tranquilo, sosegado, lleno de deliciosas promesas.
Jamás en la vida encontrará cariño, ternura y amor mejor, más profundo, más
desinteresado y verdadero que el de tu madre.
El
filósofo chino Lao Tse dijo: El corazón de una madre es un abismo en el fondo
del cual siempre encuentras un perdón.
El
escritor Lin Yutang dijo: De todos los derechos de la mujer, el más grande es
el de ser madre.
Espero
y deseo que este artículo sea una caricia para el alma.
Josefina
Mateos.
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