viernes, 11 de septiembre de 2020

LA LECHE FRITA

 

LA LECHE FRITA

Mi suegra era una experta haciendo la leche frita, era de las mejores que he probado en mi vida. Entre otras cosas que hacía como la tortilla española, las croquetas y las manitas de cerdo, estaba la leche frita, siempre la hacía para la romería.

Una tarde de diciembre llevamos a casa de mi suegra a unos amigos, para más señas, mexicanos, él habían venido de México a Madrid a hacer un curso y le acompañaba su mujer, y de paso querían conocer el pueblo de donde provenían sus raíces. Tengo que decir que mi suegra tiene una casa enorme, que la casa tiene más de 150 años, y siempre estuvo muy orgullosa de enseñarla; poca gente hay en el pueblo que no la haya visto, no solo vecinos, también amigos y conocidos de la familia. Lo primero que te encuentras cuando entras en la casa es un portal muy grande con los suelos de lanchas de granito y una piedra de molino a la entrada.

Llevamos a nuestros amigos a conocer el pueblo, estuvimos paseando por los puentes, la ermita, y dando una vuelta por sus calles más típicas. Después de comer y de asistir a un concierto de la Ronda, a los que se lo dedicaron, él, Carlos, subió al escenario a decir unas palabras de agradecimiento que emocionaron a todos los presentes.

Terminado el concierto fuimos a ver y a despedirnos de mi suegra, que vive cerca del salón donde se dio el concierto. Mi suegra era la persona más amable y convincente que te podías encontrar. Se desvivió en agasajos por nuestros amigos cuando entramos a su casa, no sabía qué hacerles, ni que ofrecerles, así era con todo el mundo.

Lo primero que hizo fue enseñarles su casa, pasearles por todas las habitaciones, incluidas cuadra, bodega y sobrado. Después sacó unos bollos del pueblo, siempre tenía una caja, yo pienso, que no eran para comerlos ella, sino para ofrecérselos a todo el que iba a verla. Ese día sabiendo que iríamos a visitarla decidió preparar su famosa y riquísima leche frita. Nuestro amigo no quería comerla, se disculpó diciendo que no tenía ganas, que con los bollos era suficiente, pero mi suegra insistió y volvió a insistir, en eso era un poco pesada, tan pesada se puso que mi amigo comió la tan riquísima leche frita, y al mismo tiempo todos cogimos un trozo. Sorpresa, la leche frita picaba a rabiar. Todos nos quedamos sorprendidos, la primera fue mi suegra. No podía ser que una cosa que tenía que ser dulce picara tanto. Mi marido preguntó a su madre qué había echado, ella respondió que lo mismo que otras veces, leche, flanín, azúcar y canela, no llevaba nada más. Fuimos a la cocina y la dijimos que nos enseñara los tarros de los productos que había utilizado…allí estaba la solución al enigma de la leche frita. Había dos tarros juntos, el de la CANELA y el de la CAYENA. La mujer que estaba un poco corta de vista porque tenía cataratas, o debido a las prisas por prepararla, se equivocó al coger el tarro y echó cayena en vez de canela. La verdad que el experimento no estaba mal y mejor para nuestros amigos que les gusta el picante.

Al despedirnos se empeñó en que mis amigos, se llevaran al apartamento la leche frita que no se habían podido comer, tanto insistió que les daba vergüenza rehusar, no fuese que creyese que la estaban despreciando, al final la cogieron.

Cuando íbamos en el coche de regreso a Madrid, nuestro amigo nos confesó que tenía intolerancia a la lactosa y no podía comer nada de leche. No sé cómo pasó la noche, ni cuántas veces tuvo que ir al W.C. por la leche frita.

Josefina MatMad (10-9-2020)


1 comentario:

  1. Mi madre la hace buenisima tambien, y en la Romeria del pueblo (el primer domingo de Mayo) es costumbre y la hace.

    ResponderEliminar