LA LECHE FRITA
Mi suegra era una experta
haciendo la leche frita, era de las mejores que he probado en mi vida. Entre otras
cosas que hacía como la tortilla española, las croquetas y las manitas de
cerdo, estaba la leche frita, siempre la hacía para la romería.
Una tarde de diciembre llevamos a
casa de mi suegra a unos amigos, para más señas, mexicanos, él habían venido de
México a Madrid a hacer un curso y le acompañaba su mujer, y de paso querían
conocer el pueblo de donde provenían sus raíces. Tengo que decir que mi suegra
tiene una casa enorme, que la casa tiene más de 150 años, y siempre estuvo muy
orgullosa de enseñarla; poca gente hay en el pueblo que no la haya visto, no
solo vecinos, también amigos y conocidos de la familia. Lo primero que te
encuentras cuando entras en la casa es un portal muy grande con los suelos de
lanchas de granito y una piedra de molino a la entrada.
Llevamos a nuestros amigos a conocer
el pueblo, estuvimos paseando por los puentes, la ermita, y dando una vuelta
por sus calles más típicas. Después de comer y de asistir a un concierto de la
Ronda, a los que se lo dedicaron, él, Carlos, subió al escenario a decir unas
palabras de agradecimiento que emocionaron a todos los presentes.
Terminado el concierto fuimos a ver
y a despedirnos de mi suegra, que vive cerca del salón donde se dio el
concierto. Mi suegra era la persona más amable y convincente que te podías
encontrar. Se desvivió en agasajos por nuestros amigos cuando entramos a su
casa, no sabía qué hacerles, ni que ofrecerles, así era con todo el mundo.
Lo primero que hizo fue
enseñarles su casa, pasearles por todas las habitaciones, incluidas cuadra,
bodega y sobrado. Después sacó unos bollos del pueblo, siempre tenía una caja,
yo pienso, que no eran para comerlos ella, sino para ofrecérselos a todo el que
iba a verla. Ese día sabiendo que iríamos a visitarla decidió preparar su
famosa y riquísima leche frita. Nuestro amigo no quería comerla, se disculpó
diciendo que no tenía ganas, que con los bollos era suficiente, pero mi suegra
insistió y volvió a insistir, en eso era un poco pesada, tan pesada se puso que
mi amigo comió la tan riquísima leche frita, y al mismo tiempo todos cogimos un
trozo. Sorpresa, la leche frita picaba a rabiar. Todos nos quedamos
sorprendidos, la primera fue mi suegra. No podía ser que una cosa que tenía que
ser dulce picara tanto. Mi marido preguntó a su madre qué había echado, ella
respondió que lo mismo que otras veces, leche, flanín, azúcar y canela, no
llevaba nada más. Fuimos a la cocina y la dijimos que nos enseñara los tarros
de los productos que había utilizado…allí estaba la solución al enigma de la leche
frita. Había dos tarros juntos, el de la CANELA y el de la CAYENA. La mujer que
estaba un poco corta de vista porque tenía cataratas, o debido a las prisas por
prepararla, se equivocó al coger el tarro y echó cayena en vez de canela. La
verdad que el experimento no estaba mal y mejor para nuestros amigos que les
gusta el picante.
Al despedirnos se empeñó en que
mis amigos, se llevaran al apartamento la leche frita que no se habían podido
comer, tanto insistió que les daba vergüenza rehusar, no fuese que creyese que
la estaban despreciando, al final la cogieron.
Cuando íbamos en el coche de
regreso a Madrid, nuestro amigo nos confesó que tenía intolerancia a la lactosa
y no podía comer nada de leche. No sé cómo pasó la noche, ni cuántas veces tuvo
que ir al W.C. por la leche frita.
Josefina MatMad (10-9-2020)
Mi madre la hace buenisima tambien, y en la Romeria del pueblo (el primer domingo de Mayo) es costumbre y la hace.
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