En un lejano pueblecito todo cubierto de nieve habitaba un matrimonio ya viejo, aunque eran pobres marido y mujer vivían contentos y felices, dispuestos a encontrar bien hecho lo que el otro hacía.
Poseían un caballo, todavía brioso, que prestaban a los vecinos de la aldea siempre que alguno lo necesitaba. A cambio de estos favores los dos viejos recibían algún que otro regalo de la matanza de los cerdos.
Un día de feria en el pueblo cercano, dijo el viejo a su mujer:
-¿Qué te parece si fuera a vender el caballo a la feria? Somos ya viejos y cualquier día podemos tener necesidad de dinero.